jueves, 30 de abril de 2020

Canto al Trabajo. Poema de Antonio Maria Suarez Ramirez a los trabajadores del Mundo.



En el día de mañana se celebra el Dia del trabajo en todo el mundo y he querido resaltar el trabajo de los hombres y mujeres del campo que siempre han luchado con esta tierra a través de la historia de la humanidad, para ello escogí un poema que escribió mi ilustre padre Antonio María Suarez Ramírez llamado “Canto al Trabajo”, este poema lo escribió para el concurso organizado por la Asociación Nacional de estudiantes realizado en el año 1928, cuando contaba con escasos 25 años y ya incursionaba en las letras colombianas, junto a grandes poetas como Ismael Enrique Arciniegas, el cual le entregó el premio y en la ceremonia leyó en su totalidad la composición literaria; mi Padre escribió también un libro titulado “Nazareth” donde hablaba de Jesús de Nazareth, así mismo, escribió un libro de Poemas donde el eje central era mi querida Madre, el nació el 21 de Junio de 1903 en el antiguo municipio de Sativanorte en la querida Boyacá, de donde siempre tuvo inclinación por las letras; se graduó de Abogado y llego a ser Juez y Magistrado en su tierra natal; murió prematuramente en un trágico accidente, junto a mi hermana Cecilia Suarez en el año 1962 a la edad de 59 años.

Solo les quiero compartir este legado de mi padre para mi familia y amigos, en este día que resalta el trabajo de los campesinos y dueños verdaderos de la tierra, quiero resaltar que el se identificaba con el seudónimo “Segador del Valle”

CANTO AL TRABAJO
 
Primer Premio, Medalla de Oro en el concurso Nacional Estudiantil de 1928. Autor: Antonio María Suarez Ramírez.

Oh, Poetas de frentes coronadas
Con el florido gajo
Conquistado del pindo en los jardines,
Publicad en los épicos clarines,
Las hermosas conquistas del trabajo.
En los Andes resuene la alabanza
De esa raza procera y generosa,
Que henchida de vigor y de esperanza,
“Trabajo y Paz” llevando como lema
hace brillar con singulares lampos,
de su frente la espléndida diadema.

Mirad los bellos campos:
La savia que sin gloria ni alegría,
Oculta bajo bóveda sombría
En el seno del bosque palpitaba
Bulle ya abrillantando la belleza
de la flor que se mece al vago viento,
bajo el dosel azul del firmamento;
y fecunda y endulza el nuevo fruto,
que en el valle o la cumbre,
del claro cielo a la apacible lumbre
Al hombre ha de rendir como tributo.
no es el bosque que a trechos se levanta,
Tenebrosa guarida
De pérfido reptil o astuta fiera,
Mas de las ninfas la mansión florida,
con olor de azahares perfumada
y de mullido césped tapizada
Allí tranquila la paloma anida,
Allí la orquídea, admiración del mundo,
La acaricia recibe
Del sol ecuatorial, siempre fecundo.
Donde fue el corazón de la montaña,
envuelta en suave ambiente de ventura,
Bella y triunfal se yergue la cabaña.

En el soñado edén de la floresta,
En medio del concierto, la natura,
Esquiva un tiempo, agreste y altanera,

Sonríe placentera,
Gala haciendo de mágica hermosura,
Cual nereida rendida y hechicera,
Muellemente a la sombra se reclina
En la fértil ladera del collado
O baja con la fuente cristalina
A regar azucenas por el prado.

En los campos abiertos,
Corona la risueña primavera,
Con verde pompa los amenos huertos:
Se visten de rosales los cercados;
Las brisas mecen las espigas de oro;
El toro muge en los floridos prados;
Con alborozo los torrentes gritan
Y a tributar su fuerza y su tesoro,
Con generoso afán se precipitan;
Los rieles cruzan por florida calle;
Prospera la ciudad, brilla la aldea,
Y del progreso el pabellón campea,
En la alta cumbre y el repuesto valle.


Con los altos ejemplos,
Justo es cantar la singular victoria
Del bravo domador de la Natura,
Y ornar su frente pura
Con los frescos laureles de la gloria.
Grande fue Roma cuando honor rendía
Al sencillo labriego y en la mano
Que el arado rigió, depositaba
El cetro de su gran soberanía.
¿Por qué ceñir la frente del tirano
Con laureles y flores?
Por qué ensalzar con épicos clarines
Al que esparciendo destrucción y espanto,
Marca su huella con dolor y llanto?
Pregonad del Trabajo las conquistas,
Si queréis noble asunto a vuestro canto!

Oh, qué nobles titanes!
Es su triunfo benéfico y hermoso:
En pos de los robustos sembradores,
Camina la risueña Primavera,
Regando con afán tempranas flores;
Por los valles y lomas,
Dorando va las mieses el otoño
Y empurpurando las lozanas pomas,
Su ambición no es el oro,
Ni a sus hijos legar un vil tesoro,
Buscan un ideal sublime y bello;
Ver rendida a sus pies la selva oscura;
Labrar la herencia de la dicha pura
Que el oro a conquistar jamás alcanza;
Libres vivir gozando la dulzura
De la paz, al rumor de la labranza.

En su imperio benéfico y hermoso
En medio de las brisas
Que difunden balsámica frescura,
El recio luchador de la montaña,
Tiende la vista por el campo inmenso.
En el ámbito extenso,
Se pierde el humo azul de la cabaña.
Con lento caminar, el manso rio
Los prados aquí riega, allá el plantío,
Suelta al aura la blonda cabellera.
Alegres van las hijas
Cantando por la placida pradera;
Las miran sin recelos el rebaño
Que muge blandamente de contento
Al escuchar el conocido acento,
Con los lirios de abril de nieve o grana,
Tejiendo van las rosas diminutas
De floración temprana,
Que en torno de los troncos o las grutas,
Empieza a abrir la madreselva ufana.

…………… No son ellas las pálidas doncellas
Que ambicionan las sedas o los diamantes,
De sus mejillas la encendida llama
Y el fulgor de sus ojos chispeantes,
Envidiara la repulida dama.


Con acento gratísimo resuena
El coro de robustos segadores,
Las hoces, a la luz de la mañana,
Relucen con inquietos resplandores,
Ardorosos mancebos,
Hijos de los valientes sembradores,
Van segando las mieses opulentas,
En la falda del monte, de sus padres
Segaron las encinas corpulentas,
Generación florida,
No es la raza famélica y doliente,
Que sucumbe en miseras faenas.
Circular por sus venas
Renovado vigor y vida siente.
Poetas de un ensueño floreciente,
En su afán generoso, solo anhelan
A la gleba confiar nueva simiente,
Porque brille en los campos la esperanza
Y soñar al rumor de la labranza!

Que noble majestad se manifiesta
En la frente surcada del anciano:
Su encallecida mano
Acaricia al risueño pequeñuelo
Mientras le narra la gloriosa historia
Con que infunde en su alma
El generoso amor del patrio suelo,
La heredad es su gloria y alegría;
Ella guarda la dulce poesía
De un pasado poblado de recuerdos.
El árbol es la pagina que encierra
Su peregrina historia,
Constante amigo que sombreó su cuna
Con festones risueños,
Y al rayo misterioso de la luna,
Arrulló rumoroso sus ensueños;
Orando con la Flor de primavera,
En medio de la siesta calurosa,
Lo envuelve con su sombra placentera;
Y al final de la vida,
Hecho cruz amorosa,
Sobre su tumba con perpetua alianza,
En medio de cipreses doloridos,
Ha de tender los brazos florecidos
Con la divina flor de la esperanza!

Cantemos a la fuerte raza altiva.
Esa raza florece
Y en lides generosas se enaltece.
Tome forma eternal en las estrofas
La belleza que anima nuestro suelo;
En victorioso vuelo,
Admire el mundo, y en confín lejano
En su esplendor se muestre soberano.
Bajo el suntuoso alcázar,
A través de los mares,
Envidia excite la alegría que encierra
La dulce paz de los andinos lares,
De los campos. Por ellos se difunde
En el hogar ambientes de alegría;
Y por ellos florecen,
Con los rosales que en los setos crecen,
Con los trigales y frondosos huertos,
Las virtudes excelsas,
Que a los pueblos exaltan y engrandecen.
Ellos solo conservan “de la Patria
La herencia santa y rica”.
Contra el simún de iras y pasiones,
Ellos solo conservan al conjuro,
Del trabajo y la fe, sus tradiciones!
Olvida, amada Patria, la memoria
De la lucha sangrienta y fratricida.
La mirada serena
Levanta ya de la ominosa arena,
Donde se agitan mezquinas ambiciones,
Y mira el alto porvenir de gloria
Que preparan en épicas acciones
Del trabajo los bravos campeones
Para que brille fúlgida tu historia!

Antonio María Suarez Ramírez
“Segador del Valle”

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